Hoy comenzamos el día muy muy temprano. Decidimos que para poder aprovechar la ciudad y evitar las horas de máximo calor, madrugaríamos mucho. Si no recuerdo mal, a las 05.30 h estábamos desayunando.
Vamos caminando hacia la zona estrella, la de los Palacios. Unos muy buenos amigos, nos habían aconsejado que este trayecto, aunque pareciera corto, mejor lo hiciéramos en barco por el río. Pero nosotros preferimos hacerlo a pié. Pronto nos damos cuenta de que quizás no es tan buena idea, ya que enseguida te encuentras con grandes avenidas (casi parecen autopistas) y muy pocos puntos por donde veas factible cruzar. Además, ya hace un calor tremendo y tampoco se ven demasiadas cosas de interés por el medio.
El primer punto a donde nos dirigimos es a una zona de muelles, empezando por la calle Maha Rat, donde se ubica un precioso mercado de amuletos. Allí, como bien os supondréis, está lleno de puestos con pequeños budas, talismanes y todo tipo de detallitos religiosos tamaño bolsillo. No son souvenirs, ni tienen precios razonables. Está muy bien ver a los compradores y coleccionistas observar cada pieza con lupa e intentar llegar a acuerdos con los compradores. Los callejones son muy curiosos además, porque en muchos casos te encuentras sobre el propio río y lo ves claramente (pondrás en duda la fiabilidad y estabilidad de lo que pisas enseguida, jeje).
Siguiente punto: el Gran Palacio y Wat Phra Kaew (entrada 500 baths, precio supereuropeo).
Aquí se encuentra el pequeño, pero famoso Buda Esmeralda. Es un gran reciento, con multitud de edificios y budas, que nada más entrar por la puerta, ya nos fascinó. Aconsejamos recorrerlo con calma (la calma no es fácil, debido a la cantidad de macrogrupos de turistas chinos, que llegan cada poco minutos, jeje, pero hay que intentarlo). Entre una hora larga y dos son necesarias para verlo bien.
A continuación nos dirigimos al Wat Pho (100 baths), sin duda el que más me gustó. Allí, lo que más llama la atención es el gigantesco buda reclinado y sobre todo, el hecho de que algo tan grande, esté en un edificio que parece tan pequeño. Hay que buscar los puntos adecuados para apreciarlo por completo y maravillarse con él.
Tiene unos pies preciosos, con un trabajo de mampostería muy delicado; aunque nosotros tuvimos que conformarnos con ver algunas partes, ya que estaban en pleno trabajo de restauración.
También, como pasa en la mayoría de templos, hay unas galerías repletas de budas (aquí hay más de 394), que nos gustaron especialmente.
Dentro del templo está la Escuela Oficial de Masaje Tailandés y no, no nos pudimos resistir. Para hacerse el masaje tailandés completo había mucha cola, así que decidimos probar uno de pies (que incluye desde las rodillas hacia abajo). Una maravilla, lo disfrutamos mucho. Aquí también se realizan cursos de pocos días, para el que esté interesado…
Después seguimos caminando hacia el sur, por la zona de muelles y fuimos hasta la terraza del Bar Amorosa a disfrutar de las magníficas vistas del río y del precioso Wat Arun (que nos coincidió lleno llenito de andamios en pleno proceso de rehabilitación… ohhhh). Íbamos a comer allí, pero los precios nos parecieron demasiado europeos, jeje. Está muy bien para tomar algo y según he leído, el atardecer desde allí es espectacular (También recomiendan la terraza del bar del Arun Residence).
Una cosa que nos llamó mucho la atención de Bangkok es el hecho de que no haya una especie de paseo o camino para bordear el río. Las casas están literalmente encima del río y hay pocos puntos de acceso al aire libre. Por ello y como veremos más adelante, la mejor manera de ver el río, es desde los ferrys o en bote.
Paramos a comer en un sitio que nos pareció muy chulo, muy «hipster», pero con comida tradicional y aire acondicionado (siiiiiiiiiii). Una mezcla de modernidad y tradición; en un local que bien podría estar en una calle de Londres. Se llamaba Coconut Palm.
Con el estómago lleno, fuimos a coger un ferry para cruzar el río y llegar al Wat Arun (50 baths). Como ya he comentado, este templo estaba con andamios por toda la parte exterior, pero aún así, se podía apreciar la belleza de todos los mosaicos florales de cerámica china que lo recubren.
Allí vemos por primera vez a un monje realizando una bendición. El monje mientras recita sus mantras, echa agua por encima de los hombres y las mujeres y después, les va colocando una pulsera de hilo en la muñeca (que según dicen, no hay que quitarse hasta que se caiga sola). Los monjes no pueden ser tocados o tocar a una mujer, con lo que tienen mucho cuidado al colocarla. Hay que tener en cuenta este punto, ya que algunos son muy amigables y sociables y se paran a hablar contigo en los transportes y en la calle. Y lo digo porque ese día en el ferry, veríamos la cara de horror absoluto de uno de ellos, cuando tras una charla con una española, ésta se lanza a darle un abrazo (qué majos somos, jeje).
Sin duda es precioso y merece mucho la pena. También merece la pena pasear por toda la zona y disfrutar de las vistas desde allí.
Llegados este punto, decidimos coger el ferry e ir hasta nuestro hotel, para disfrutar de un merecido piscinazo y coger algo de fuerzas.
Por la noche cogemos un taxi para ir hasta Pak Klong o Mercado de las Flores.
Este mercado comienza cuando anochece (para poder conservar las flores, durante el día sería imposible) y dura hasta el amanecer. Apenas sacamos fotos, ya que éramos de los pocos turistas que había allí y no nos pareció oportuno. Sin embargo, puedo deciros que es espectacular y enorme. Alucinamos con la cantidad de flores que allí había, con el tipo (las orquídeas se vendían cortadas y en cantidades industriales; como si fueran margaritas y de formas, tamaños y colores, que nunca habíamos visto) y las ofrendas que elaboran con ellas. Vamos que no nos arrepentimos de ir hasta allí. Nos preocupaba un poco encontrar un taxi allí y que accediera a llevarnos con taxímetro, pero de nuevo no tenemos ningún problema y lo conseguimos a la primera. Mucha gente comenta lo que le cuesta que los taxistas acepten este punto y nosotros no tuvimos ningún incidente; supongo que tuvimos mucha suerte.
Decidimos cenar de nuevo en los puestos cercanos a nuestro hotel y disfrutar del ambiente de la que ya era nuestra calle.
Datos e info:
- Gran Palacio y Wat Phra Kaew: entrada 500 baths (unos 13,5€).
- Wat Pho: Entrada 100 baths (unos 2,69€)
Este artículo forma parte de la Guía y Diario de viaje a Tailandia 2016 de Vivi. Puedes seguirla en su índice: Guía de Tailandia.