Hoy decidimos dedicar todo el día a disfrutar del paraíso en el que estábamos: Railay. Todavía ahora cuando estoy escribiendo esto y viendo las fotos que sacamos, se me pone la sonrisa tonta en la cara de la que os hablaba dos capítulos atrás. El día de hoy fue más relajado, dedicado única y exclusivamente a disfrutar.
Este artículo forma parte de la Guía y Diario de viaje a Tailandia . Puedes ver todos los capítulos en nuestra Guía de Tailandia.
Tras el desayuno, nos encaminamos hacia la playa Phra Nang. Para llegar a ella, hay que ir a la playa del este y desde allí, seguir un pequeño sendero, que aunque es largo, discurre por medio de cuevas y vegetación, por lo que se hace bastante entretenido. Por el medio está un desvío para subir al «View Point» que os comentaremos más adelante, ya que lo dejamos para nuestro último día en Railay.
Se dice que la playa es una de las más bonitas del mundo y, desde luego, es una preciosidad. Pero también es necesario saber esto: a primera hora de la mañana , se convierte en una especie de parque de atracciones, con montones de turistas llegando en todo tipo de embarcaciones, que la abarrotan hasta límites insospechados (sobre todo la zona cercana a la cueva, en el resto se está bastante bien). Pero antes del mediodía, esos barcos y turistas, siguen con sus tours por las islas y la playa se queda mucho más tranquila y se puede disfrutar de ella.
En cuanto uno se asoma a la playa, se ve gente practicando escalada. Hay un montón de escuelas en la zona, establecimientos de alquiler de material y hay actividades para todos los niveles, incluso para aquellas personas que nunca han practicado este deporte. Por el camino a la playa, también se ven otras zonas aptas para esto (al final de la playa del este). Y dicen que las vistas desde lo alto, son de escándalo.
Seguidamente está la Cueva de la Princesa, muy curiosa, ya que las ofrendas que se depositan en ella, son falos de todos los colores, tamaños y variedades posibles.
Si se sigue caminando por la playa, ésta se va estrechando. Cuando la marea está alta, casi hay que pasar a través de la vegetación, pero es una zona muy bonita, con unos colores en el agua espectaculares y el acantilado al frente, que merece la pena disfrutar. Pero, eso sí, hay que evitar la mañana; como os he dicho, antes del mediodía, todos los tours paran aquí. A primera hora, es mejor seguir caminando hacia el final de la playa, a partir de donde está el magnífico peñón en medio del agua. Aquí la zona de arena es mucho más ancha y la gente de los tours no suele venir hacia este lado. Las vistas son espectaculares y el agua igual.
Se ve también de camino, el hotel Rayavadee, el único de esta playa y muy exclusivo. Tiene un restaurante precioso, en una cueva iluminada, que se ve desde la playa y al que se puede ir sin ser clientes, pero no es nada barato. Este restaurante lo habíamos visto varias veces en los típicos listados de los restaurantes más originales del mundo o más bonitos. No descartábamos darnos allí un homenaje, pero estando allí y viendo los precios por los que podíamos cenar tan rico y tan barato, declinamos la idea. Y es que cuando empiezas a pensar en baths y en precios tailandeses, ya no hay marcha atrás…jeje.
Una curiosidad que me pasó, es que estando en la playa, me entraron muchas ganas de hacer pis, pero claro, allí nada que se parezca a un baño y, ¿qué haces? Lo que se ha hecho toda la vida, ¡ir al agua! Pues mucho cuidado, porque el agua es tan sumamente cristalina, que se verá todo y toda la gente que te rodea (incluida la que está haciendo snorkel), sabrá lo que estás haciendo.
A la hora de comer, elegimos este restaurante tan particular: en un bote de popa larga. Lo más increíble es ver cómo se organizan 6 o 7 personas ahí dentro y ver cómo cocinan y preparan todo en el momento. Un espectáculo y lo mejor es que estaba todo buenísimo.
Por la tarde y tras disfrutar de un ratito en cada piscina del hotel, fuimos a ver el atardecer de nuevo a la playa del oeste. Como ya mencioné, esto es casi una tradición y se junta mucha gente en la playa, cervecita en mano. Este día nos acompañó un precioso gatito que estaba todos los días en la playa e incluso se mojaba en el mar y el único perro de la zona.
Estando en ese momento mágico, escuchamos llegar en barco un nutrido grupo de españoles (que cuando vamos en grupo, se nota que llegamos, ¿eh?) y los escuchamos decir: «Pues esto tampoco es para tanto». Y Simón y yo sonreímos, porque escuchamos eso a varias personas a lo largo de esos días, cuando llegaban a esa hora, cuando la marea está muy baja y el agua está turbia y ya no le da el sol. ¡Cambia tanto! Me daban ganas de decirle: «Espera a verlo mañana…».
Por la noche disfrutamos de una pizza tailandesa (aunque la anuncien como tal, la única diferencia es que pica un poco y lleva especias) en uno de los locales, llamado «Local Thai Food». Muy recomendable también.
INFO
- Nuestro hotel en Railay: «Sand & Sea Resort«.
Este artículo forma parte de la Guía y Diario de viaje a Tailandia . Puedes ver todos los capítulos en nuestra Guía de Tailandia.